En medio de la montaña rusa económica mundial, la pregunta del millón que tiene a los inversores mordiéndose las uñas y a los analistas escupiendo predicciones como adivinos es: ¿Quién va a parpadear primero en el enfrentamiento entre la Reserva Federal y el Banco Central Europeo cuando se trata de ¿recortar drásticamente las tasas de interés?
La caída de la inflación en Europa y la presión sobre los precios en Estados Unidos
De este lado del charco, la inflación europea está cayendo en picada, más rápido de lo que nadie podría haber apostado. Es como ver caer a un halcón, sólo que no es una presa lo que busca, sino ese elusivo objetivo del 2 por ciento que el BCE ha estado observando como un halcón. La inflación de la eurozona no retrocedió ni un solo paso; subió a un 2,4 por ciento durante el año hasta marzo, lo que marca el cuarto mes consecutivo en que realiza este baile hacia atrás.
Y vaya, parece que está a punto de dar en el blanco del objetivo del BCE.
Lanza la moneda y ¿qué vemos?
Estados Unidos está en un ritmo completamente diferente. La inflación allí es como ese invitado a una fiesta que no sólo llega sin ser invitado sino que también se niega a irse, manteniéndose en un aumento del 2,5 por ciento en febrero. La Reserva Federal, con los ojos pegados a los titulares de los gastos de consumo personal, probablemente no esté durmiendo mucho estos días.
Mientras las presiones sobre los precios en Europa están mostrando signos de fatiga y pasando a un segundo plano, Estados Unidos todavía está luchando con una inflación que es tan testaruda como una mula. Jay Powell, de la Reserva Federal, en una medida que fue más cautela que acción, insinuó que las tasas de interés estadounidenses podrían no estar cayendo tan pronto como algunos esperarían. Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, el BCE parece dispuesto a apretar el botón de recorte de tipos antes, y los inversores apuestan por una política de flexibilización más agresiva.
Los bancos centrales en una encrucijada
Los mercados de swaps de tipos de interés están chirriando, lanzando números como confeti: se esperan casi 70 puntos básicos de recortes en EE.UU. y el Reino Unido, mientras que el BCE prevé unos recortes ligeramente más elevados de 90 puntos básicos. Es como una subasta extraña en la que todos intentan adivinar hasta qué punto caerán estos bancos. La Reserva Federal, que se encuentra en el nivel más alto de los últimos 23 años con su tasa de política monetaria, y el BCE, en un nivel récord del 4 por ciento, están en un punto muerto, cada uno con el dedo en el gatillo listo.
La trama se complica cuando consideramos el telón de fondo del crecimiento económico (o la falta del mismo, en el caso de la eurozona). Con un crecimiento del PIB apenas un susurro (0,5 por ciento el año pasado), la economía europea es como ese auto en la carrera que siempre va una vuelta atrás. Este ritmo lento es un fuerte llamado a una política monetaria más flexible, un canto de sirena al que el BCE parece demasiado dispuesto a prestar atención.
En Estados Unidos, sin embargo, la historia es diferente. Con un crecimiento del PIB del 2,5 por ciento el año pasado, la economía está mostrando sus músculos, mostrando su resiliencia. Pero esta fortaleza viene acompañada de su propia serie de desafíos, que mantienen altas las presiones inflacionarias y complican el proceso de toma de decisiones de la Reserva Federal.
Entonces, ¿quién corta primero?
A medida que nos acercamos a la mitad de año, la anticipación aumenta. El BCE, con la mirada puesta en un recorte de tipos en junio, parece estar a la cabeza. Pero con la Fed todavía en el pulso de una economía robusta y una inflación persistente, su medida podría estar a la vuelta de la esquina en julio. Es un juego en el que hay mucho en juego, en el que cada decisión resuena en la economía global.
¿Quién reducirá primero los tipos de interés? Es una pregunta que tiene a todos al borde de sus asientos. Pero una cosa es segura: en esta compleja danza de la política económica, el momento oportuno lo es todo, y ni la Reserva Federal ni el BCE pretenden perder un paso.