El Líbano ha experimentado una notable disminución de la inflación, que cayó a dos dígitos por primera vez en casi cuatro años. Este cambio se produce cuando las empresas locales optan cada vez más por fijar el precio de sus productos en dólares estadounidenses en lugar de libras libanesas.
Transformación económica en medio de la crisis
Desde el colapso financiero de 2020, provocado por el incumplimiento del Líbano de 30.000 millones de dólares en bonos internacionales, la economía del país se encuentra en una situación desesperada. Este colapso diezmó los ahorros de toda una vida de muchos y provocó la caída del valor de la libra libanesa.
En un esfuerzo por estabilizar sus operaciones, numerosas empresas en todo el Líbano han pasado a fijar el precio de sus productos en dólares, una medida que ahora ha sido adoptada por la mayoría de los sectores minoristas, incluidos supermercados y restaurantes.
Este proceso de dolarización ha ayudado a reducir la tasa de inflación, que se reportó en 70,4% el mes pasado, frente al 123% en febrero. Es una marcada disminución con respecto a la asombrosa tasa de inflación del 269% alcanzada en abril de 2023, según la agencia estatal de estadísticas del Líbano.
A pesar de esta mejora, la mayoría de la población, que todavía gana en libras libanesas, enfrenta mayores dificultades debido al acceso limitado a la economía ahora predominante en dólares .
La estabilización de la libra libanesa en el mercado negro también ha contribuido a la desaceleración de la inflación, pero la estabilidad económica del país sigue siendo precaria.
Las dificultades económicas se han visto exacerbadas por los recientes conflictos regionales, en particular las tensiones actuales entre Hezbollah y las fuerzas israelíes, que amenazan con perturbar el sector turístico que había mostrado signos de recuperación antes del conflicto.
Desafíos persistentes y resiliencia
El sistema financiero del Líbano enfrentó un colapso catastrófico en 2019 debido a una deuda pública insostenible y una corrupción generalizada, lo que provocó un acceso restringido a los depósitos bancarios y un malestar público generalizado. La llamada “Revolución de Octubre” vio protestas masivas y miles de millones en depósitos siguen congelados hasta el día de hoy.
La posterior declaración de quiebra por parte del gobierno y el banco central del Líbano en 2022 marcó un punto bajo, pero el sector privado ha mostrado una resiliencia notable.
El Banco Mundial señaló que el consumo privado se vio fortalecido por las remesas y el turismo, anticipando un crecimiento menor en 2023, el primero desde 2018. Sin embargo, estas proyecciones se ajustaron posteriormente a la baja debido al impacto económico de los conflictos militares que involucran a Hezbolá y Hamás.
En las calles de Beirut, la frustración se desbordó a finales de marzo cuando los depositantes protestaron frente al Banco Central, exigiendo acceso a sus ahorros congelados. Muchos libaneses se han resignado a la posibilidad de que estos ahorros nunca se recuperen por completo.
Mientras tanto, las operaciones financieras cotidianas se han desplazado en gran medida a transacciones cash , y los servicios de remesas y los cambios de divisas han reemplazado las funciones bancarias tradicionales.
La devaluación de la moneda ha dado lugar a un fenómeno único en el panorama financiero del Líbano, con tres tipos de monedas actualmente en circulación: la libra libanesa, los dólares estadounidenses y los "lolares", un término para referirse a los dólares que están atrapados en cuentas bancarias y sólo pueden retirarse en una fracción de su valor.
En medio de estos desafíos, la diáspora del Líbano desempeña un papel crucial, enviando a casa miles de millones en remesas que ahora constituyen una parte importante del PIB del país. Esta afluencia financiera sigue siendo sólida y protege a la economía de lo peor de la agitación financiera local.